El tercer toro de la tarde de Nuñez del Cuvillo de nombre "Arrojado", Nº 217 de 500 kg, ha sido indultado tras una faena cumbre de José María Manzanares. Segunda Puerta del Principe consecutiva en una ya histórica y cara Feria de Abril. Manzanares ha tenido una actuación,quizás la más importante de toda su carrera, en la que ha cortado cuatro orejas, y ha demostrado que es un figurón del toreo y ya está en el olimpo de los elegidos. Faena de temple, gusto, profundidad y pureza. Magnifico encierro de Cuvillo, en el que ha destacado el bravo,noble y enclasado primero, en el que para deleite del aficionado se vivieron momentos eternos en el toreo a la verónica de Julio Aparicio y Morante de la Puebla, que ejecutó un lance soberbio firma de la casa. El general tarde para el recuerdo y los de El Grullo destacando sobremanera en una etapa como máximo referente del campo bravo, gracias a la labor encomiable de su ganadero Álvaro Nuñez Benjumea.
Manzanares y Cuvillo, Historia del Arte
Hoy se ha vivido la sublimación de la Fiesta en la Real Maestranza. Arrojado, negro mulato listón, marcado con el número 217 y de 500 kilos de peso, de la ganadería Núñez del Cuvillo ha sido indultado a manos de José María Manzanares en una tarde histórica.
Es difícil contar lo vivido hoy en Sevilla, será necesario el paso de los años para poder para, ya desde la perspectiva histórica, valorar el acontecimiento.
Sobran hoy los apuntes de la tarde, solo desde la pasión más desbordada se puede hablar de la tarde de hoy. Arrojado se encontró con Manzanares, y Jose Mari encontró al de Cuvillo.
Bajo los sones de Cielo Andaluz dio cominezo el recital. Despacio, sentido y sublime. Cambios de mano ligados con el de pecho. Qué manera de embestir, y qué manera de torear. Eternos naturales, armonía, suma perfección. No dejaba de galopar Arrojado repetía y repetía y Manzanares lo bordó. La plaza era un clamor, y tras cambiar la espada simulada por la de verdad comenzó el público a solicitar el indulto. Tibia petición al principio pero que se acrecentó tras volver a torear en redondo el alicantino.
Álvaro Cuvillo le hacía indicaciones al presidente. La Maestranza ya era un clamor. Y el naranja asomó en el palco en un gesto que no se repetía desde el año 1965, cuando a Laborioso, novillo del Marqués de Albaserrada, se le perdonó la vida en este mismo albero maestrante.
Aunque el concierto de Manzanares siguió en el sexto, un astado de preciosas hechuras que embistió con clase desde los primeros compases de la faena de muleta. Trujillo le había dejado dos soberbios pares de banderillas.
Sevilla esperó cuatro años para la vuelta de Núñez del Cuvillo, y ahora le tocaba a Campanito repetir como lo hizo Arrojado. Clase, fijeza, galope, paradigma del toro bravo. Manzanares le dejaba la muleta muerta, el Cuvillo la tomaba con una clase excepcional. Esta vez había que matar, y Manzanares lo hizo como sabe: perfecto. Estocada hasta la gamuza que le ponían en bandeja otras dos orejas.
Aparicio ni está, ni se le espera. Su primero fue de triunfo gordo, y salvo algunos destellos con el capote, solo podemos salvar unas verónicas de Morante, eternas, 4, 5, 6, 7 segundos... diría que más.
Pero el de La Puebla no tuvo su tarde. Al primero le faltó perderle un pasito. Vibrante faena, pero intermitente. Muletazos plagados de ajuste y profundidad pero faltos de continuidad. En el quinto, abrevió.
La Fiesta se hizo hoy más grande en Sevilla. La vida de Arrojado, perdonada hoy en la Catedral del Toreo, nos debe servir de argumento para seguir defendiendoesta Fiesta que amamos.
Ficha del festejo:
Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería. Lleno en los tendidos. Toros de Núñez del Cuvillo, bien presentados y de buen juego. El 3º de nombre Arrojado, negro mulato listón, marcado con el numero 217 y con 500 kilos de peso, fue indultado tras la petición unánime del público. El 2º fue devuelto por flojo y sustituído por otro de mismo hierro.
Julio Aparicio (de azul cobalto y oro): pitos y silencio.
Morante de la Puebla (de verda botella): saludos y pitos.
José María Manzanares (de turquesa y oro): dos orejas y dos orejas.
Comienza el paseíllo en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, con la plaza absolutamente llena. La lluvia, que ha caido a lo largo del día sobre Sevilla, ha remitido una hora antes del comienzo del espectáculo.
Comenzó con gran pie la tarde. Primero fue el toreo de capa de Aparicio, personal y con cierto arrebato. Luego, Morante, tres verónicas y medias en el quite de turno que pusieron las palmas a reventar. Apuntaba a bueno el castaño de Cuvillo y lo confirmó en la desconfiada muleta de Julio Aparicio, que si comenzó con algún detalle rápido se vino abajo. Bueno el Cuvillo, que fue arrastrado con una fuerte ovación. Sin sitio Aparicio.
El segundo de la tarde blandeó de inicio en el capote de Morante, por eso fue devuelto a los corrales. Salió el sobrero, también de la ganadería de Cuvillo y fue un astado áspero, que casi nunca se empleó con entrega. Cuvillo con enorme movilidad, pero sin emplearse abajo en los trastos que manejó Morante, en un trasteo de más a menos. Comenzó en tono álgido, con una ajustada tanda diestra. Pero, a medida que avanzaba la faena, el genio del toro fue trofezando la tela roja hasta descomponerse y descomponer la labor.
La Maestranza se ha vuelto loca con el toreo despacioso y sentido de un inspiradísimo, reposado y variado Manzanares. El toro de Cuvillo, Arrojado de nombre, sacó calidad suprema en el último tercio y el de Alicante lo exprimió al máximo. Tanto fue así, que el enloquecido respetable pidió el indulto de la res. Muletazos de todos los gustos de Manzanares, sobresaliente un cambio de mano, lentísimos los naturales, encajados y largos los derechazos. El torero prolongó el trasteo hasta conseguir el favor presidencial de un indulto histórico, el de Arrojado, de Cuvillo, el primero de la historia en esta cosa.
El festejo pasó del todo a la nada, pues el cuarto Cuvillo estuvo bajo de raza hasta echarse mediado el trasteo de muleta de un desconfiado Julio Aparicio.
El quinto fue otro episodio decepcionante. El de Cuvillo, que perecía descordinado, se fue abajo y el trasteo de Morante fue un mero trámite.
José María Manzanares cerró el festejo en apoteosis. Otra vez el torero de Alicante volvió a desplegar su toreo en plenitud, naturales, derechazos, trincheras, todo reunido al ralentí, ante un buen astado. El público, enardecido, se rompió las manos a aplaudir. esta vez remató su labor de estocada contundente y sumó dos rotundas orejas.
Ficha del festejo
Julio Aparicio, de azul pavo y oro: algunos pitos y silencio.
Morante de la Puebla, de verde esmeralda y oro: ovación.
José María Manzanares, de azul turquesa y oro: dos orejas simbólicas y dos orejas.
Lleno.