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El pasmo de Triana, es Juan Belmonte.

El pasmo de Triana, es Juan Belmonte.

En la historia del toreo hay una figura que cambió por completo el devenir de la Fiesta Nacional en su Edad de Oro: Juan Belmonte.Su influencia sobre los toreros y los toros fué el legado de Belmonte, el pasmo de Triana.

Nació en Sevilla, en la calle Feria, el año 1892. Su padre regentaba una humilde quincallería y más tarde, se fue a vivir al barrio de Triana, separada de Sevilla por un mitico puente antaño de barcas . Al poco, murió su madre, joven y guapa, y aquel niño feo y triste se quedó además huérfano, con el recuerdo para siempre de su madre.

Su padre volvió a casarse, pero aquel niño ya trianero,travieso, picaresco y de malas influencias  no pasó más de dos años en la escuela. Aunque tenía que ayudar a su padre en la quincallería, era tal su timidez para el regateo y el trato, que cualquiera hacía negocio a su costa. La timidez nunca le abandonó pero gracias a tres amigos, lo sacaron de la rutina de aquel barrio trianero de principios del siglo XX. Por ellos entró en el mundo de la lectura, que, después de la genialidad en los toros, fue el que más cultivó en su vida. Luego, cuando empezó a ser mayor, llegaron los amigotes torerillos, un pequeño grupo o pandilla que compendiaba todas las facetas de lo antisocial. Eran vagos, gamberros, fumadores y bebedores, hacían  burlas y no tenían otro norte que restaurar la tauromaquia de Antonio Montes, único matador respetable y al que, naturalmente, ninguno había visto torear. Eran anarquistas por sus fechorias y golferías, lo fueron también en lo político. Mientras, su obsesión era torear. De noche, se iban a las dehesas de algún famoso ganadero, apartaban algún becerro y lo toreaban a la luz de la luna. Como los mayorales no podían con ellos se hizo cargo la Guardia Civil. Pero estos torerillos se atrevían hasta con la Benemérita.

Cruzaban de noche el río, dejando la ropa en la ribera, y sin más atuendo que las alpargatas, pasaban horas escondidos entre los cardos  hasta conseguir apartar una res y torearla. Riverito,uno de ellos, que además era el mayor. Así fueron los duros y aventurados comienzos de Juan, fuera de la razón, de los horarios normales, de la normalidad alimenticia de aquella dificil época y hasta de la esperanza, porque Juan Belmonte estaba convencido de que nunca llegaría a ser torero.

Su padre se arruinaba poco a poco, cargado de hijos, mientras Juanito dormía de día y se jugaba la vida de noche, toreando cualquier morlaco en el campo a la luz de la luna. Juan se iba haciendo mayor. Pasando hambre, dominado por la timidez y por una ambición desmedida, aquel rebelde trianero del Altozano tenía un porte regio,un ademán singular y un valor fueran de lo común. Nadie creía en él, salvo Calderón, un banderillero del Espartero, que fue su padrino en las tertulias sevillanas.

Su primer amor fue una mujer casada, guapa, que se prendó del becerrista feo y casi consiguió hacerle olvidar su titánica afición. Tras un disparatado debut en Elvas, pudo empezar a torear con nombre propio o prestado, en algunas sustituciones.Cuando por fin , despues de muchas fatigas, entró en una novillada de la Maestranza, le echaron los dos novillos al corral. Ante el segundo, tras sonar el tercer aviso, tiró la espada, se hincó de rodillas, se acercó a la cara de la fiera y se puso a gritarle: «¡Mátame! ¡Mátame!». El novillo, no hizo por él afortunadamente. Para los entendidos no era tremendista, era un suicida.

Tras un invierno desolador, trabajó como jornalero en la Corta del Guadalquivir, y pudo volver a empezar desde abajo, en Valencia, y allí, derrochando un valor temerario, logró hacerse un hueco en la Fiesta. Desde Valencia, Belmonte no iba asociado a un torero tremendista sino, según el público más entendido,diferente. El torero compartía y explicaba su idea de la tauromaquia, madurada en aquellas madrugadas feroces de La Tablada, toreando novillos o cinqueños en la dehesa. Se decía que el toro no tenía sus terrenos propios y el torero los suyos, según aseguraba la tauromaquia clásica, desde Paquiro. Pero Belmonte no admitía derechos de propiedad dentro del ruedo,su tereno era el del toro y él lo pisaba. Esa fué su revolución. Lo demás: valor, arte y personalidad, una conexión especial para con los públicos, buenos aficionados y rito ó casi veneración de sus fieles y ultras partidarios. Sólo le faltaba un rival y lo encontró en el torero más perfecto que ha dado hasta hoy la Fiesta: José Gómez Gallito, Joselito.

La rivalidad entre Joselito y Belmonte, que marca la Edad de Oro del toreo, no fue una casualidad. José era un fenomeno fuera y dentro del ruedo a pesar de la juventud, el duende de una dinastía, y el dominio de la técnica era lo nunca visto. Era valeroso, soberbio y magestuoso. Dominaba a la perfección la tecnica y conocia los terrenos del toro.Él tenía en Juan su envés: el misterioso, el pobre, el revolucionario, el que sólo se podía poner frente al toro su infinito valor y duende y con capacidad de morir. Y ese era Juan. El que desafiaba al miedo.El Pasmo de Triana.Segun cuentan : tan fatal era ese duelo que el primer día en que Belmonte triunfó en Sevilla quisieron sus enloquecidos partidarios hacerle pasar el puente de Triana no en hombros, que era poco para el semidiós, sino en andas, como El Cachorro en Semana Santa. Heroicamente resistió un cura el intento de robar las andas, amenazando de excomunión a los sacrílegos y, cuando al fin consiguió su propósito, rezongó: "¡Si por lo menos hubiera sido Joselito!".Desde 1914 España se divide entre gallistas y belmontistas. Se ha llegado a decir que la división no fue sino una politización innecesaria de la pugna sustancial entre los de José y Juan. Con ambos llega un nuevo concepto de la tauromaquia, la creación de grandes plazas -como la Monumental de Las Ventas, impulsada por Joselito- y el acercamiento de los intelectuales a la Fiesta, mérito de Belmonte, que desde novillero se aficionó al trato de Valle-Inclán, Pérez de Ayala, Romero de Torres y otros artistas taurófilos. Es famoso el diálogo con Valle:

"- Ahora, Juan, ya sólo te queda morir en la plaza.
- Se hará lo que se pueda, don Ramón, se hará lo que se pueda.,,"

 Así que su rivalidad con su buen amigo y admirado Joselito marca la edad de oro del toreo. Con el dinero y la gloria de aquellas maravillosas tardes de toros, llegaron los contratos para América, llenos de aventuras increíbles en  México o en  Lima, que le recordaba a Sevilla y en la que encontró esposa. Juan sufrió también sus duras cogidas. Pero una que le marcaría para siempre y la hubiese querido para él fué la cogida mortal de Joselito. Murió el Mito. El rey de los toreros. Habían llegado José y Juan a ser grandes amigos. Del mismo modo que José acabó toreando en los terrenos de Juan, y Juan aprendiendo la técnica de José, aunque con limitaciones en sus dos personalidades distintas. Viajaban juntos en el tren y se cambiaban de vagón al llegar a las estaciones, para no defraudar a los seguidores de ambos. Joselito, que lo tenía todo, prestigio entre sus compañeros y ganaderos, ademàs José conocía a la perfeccion los encastes y las camadas de sus ganaderias predilectas, pero segun cuentan diferentes autores; José era muy desgraciado en amores. Enamorado de una muchacha de la aristocracia andaluza, el padre se negaba a consentir su matrimonio con el torero. José llegó a dar clases para leer mejor y mejorar su letra pero todo era inútil. También estaba harto del público, que se había cansado de verlos triunfar juntos y ganar dinero. El día antes de su muerte, torearon en Madrid y Gallito le dijo a Belmonte que debían retirarse, porque así no se podía torear. Madrid estaba muy encima del torero y le exigian en demasía,mucha presión para Joselito , que también andaba algo triste. Juan estaba de acuerdo. Fue una tarde horrible. José canceló la corrida madrileña del día siguiente y se fue a torear a Talavera. Junto a él su cuñado, Ignacio Sánchez Mejías. Allí le esperaba la muerte a José. Se consumó la fatalidad.

Desde entonces hay quien dijo que Belmonte murió con él. Luego se retiró dos veces, rejoneó, tuvo su finca, su ganado y su capital, era hermano de la trianera hermandad del Cachorro. Pero José le había ganado la partida en Talavera, y eso nunca le abandonó. Envejeció lentamente, entre Madrid, Sevilla y en su mitica finca Gomez Cardeña. De vez en cuando se le veía en «Los Corales», con sus gafas negras, hablando poco y acompañado en ocasiones de Rafael "El Gallo",ya mayor,  hermano de su añorado amigo José. Una tarde,de 1962, salió a pasear a caballo, arreó el ganado, contempló la dehesa, volvió a la casa, subió a su habitación y se disparó. Desde entonces mucho se ha escrito y dicho sobre uno de los personajes más importantes de la historia de la tauromaquia, y por qué no decir, de las artes del siglo XX, Juan Belmonte, El Pasmo de Triana.

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